Javier García Herrería
Faltan dos semanas para el Mundial de Qatar y en varios partidos de la Bundesliga de este fin de semana han aparecido grandes pancartas de los aficionados protestando contra el evento. Una de ellas decía: “15.000 muertos por 5760 minutos de fútbol, ¡qué vergüenza!”.
¿De dónde viene la polémica? Cuando se designó a Qatar como sede del mundial, todo el mundo quedó sorprendido. Se trataba de un país sin interés alguno por este deporte y con unas condiciones climáticas extremas. Más tarde se descubrió toda una trama de sobornos que lo explicaba. Además, se acusaba a la FIFA de blanquear a un país en el que no se respetan muchos derechos humanos básicos.
Sin embargo, la acusación más grave llegó cuando se descubrieron las condiciones laborales que tenían los trabajadores de los ocho estadios que había que construir para disputar el mundial.
No eran malas, eran dramáticas.
Miles de personas africanas y asiáticas viajaron a Qatar con contratos de trabajo, pero al llegar allí se encontraron jornadas de 16 horas todos los días de la semana, con temperaturas de 50º, viviendo en casetas de obreros turnándose las camas y, lo peor de todo, sin que les devolvieran el pasaporte para regresar a sus hogares cuando decidían renunciar a sus puestos. No tenían forma de huir del país: no podían tener teléfonos móviles y escapar requería lanzarse al desierto o al mar, por lo que no tenían forma alguna de denunciar su situación. Y no era algo que afectara a unos pocos, a lo largo de los últimos 12 años han ido a trabajar a Qatar casi dos millones de obreros.
Como las condiciones de seguridad de los operarios en Qatar son mucho menos exigentes que los estándares occidentales han fallecido millares en accidentes y golpes de calor. La cifra se desconoce, porque el régimen no quiere darla, pero la estimación más certera da la cifra de 6.500 personas. Aceptando este dato, cabe preguntarse si es ético que los aficionados disfrutemos del evento, teniendo en cuenta que es fruto de una tragedia humana conocida y consentida. Algunos lo han comparado con los espectáculos romanos en el circo, donde muchos disfrutaban gracias a la explotación de unos pocos.
Aunque las protestas fueron intensas la FIFA mantuvo la sede, aunque pidió al régimen catarí que mejorase las condiciones laborales. Sin embargo, no parece que haya habido grandes cambios ni un reconocimiento de los abusos. Los patrocinadores del evento han sufrido mucha presión para retirar su apoyo, e incluso cuatro de ellos (Budweiser, Adidas, Coca-Cola y McDonald’s) han manifestado que apoyarían una iniciativa para compensar económicamente a los trabajadores explotados. Los otros diez no parecen interesados ni siquiera en esto último, por lo que las llamadas a no consumir sus productos alzan cada vez más la voz. Se trata de Visa, Hyundai-Kia, Wanda Group, Qatar Energy, Qatar Airways, Vivo, Hisense, Mengniu, Crypto y Byju’s.
Los aficionados tendremos una disyuntiva interesante a la hora de decidir qué hacer. Es demasiado tentador renunciar a seguir un mundial, pero por lo menos es mejor no hacerlo con la conciencia totalmente tranquila. Al fin y al cabo nuestro consumo posibilita la explotación de un modo bastante directo.