Publicado en 10 argumentos
Dice el diccionario que negacionista es quien se resiste a aceptar hechos históricos recientes y graves que son comúnmente aceptados. Coloquialmente, extendemos esta definición a quien, imbuido en teorías conspiranoicas y cegado por sus obsesiones personales, se empecina en rechazar afirmaciones científicas que parecen fuera de toda duda.
Hay quien niega el Holocausto. “Hitler no mató a tantos judíos como el sionismo internacional pretende hacernos creer para justificar la creación del Estado de Israel. La historia la han contado los vencedores. El holocausto es un holocuento”.
Otros niegan que el hombre llegara a la luna. “Todo fue un montaje americano para desmoralizar a los rusos en la carrera espacial. Las banderas no ondean en la luna, donde no hay viento. El alunizaje se grabó en unos estudios de Hollywood”.
Una tercera familia de negacionistas, pequeña pero pintoresca, es la terraplanista. “El horizonte siempre se ve plano, sin curvatura. ¿Cómo se explica eso si el planeta es esférico? La tierra tiene forma de lenteja, diga lo que diga la NASA o unos astronautas comprados”.
De cuño reciente, encontramos quienes piensan que el coronavirus es un mito. “La plandemia es un proyecto de ciertos sectores –¿Soros? ¿Gates? ¿los chinos?- para diezmar la población mundial. A través de las vacunas quieren controlarnos con chips y con antenas de 5G. No a las vacunas. No a la plandemia. No al coronacuento”.
Hasta aquí, una cata de los negacionistas más ridiculizados y denostados en nuestra sociedad. Pero cuidado, hay otros negacionistas que gozan de una innegable áurea de prestigio.
Encontramos aquí colectivos que niegan cualquier diferencia entre hombres y mujeres más allá de lo estrictamente biológico, como si lo biológico no condicionara nuestra personalidad, capacidades e intereses. También hay quien niega que entre seres humanos y animales existan diferencias cualitativas, de lo que es prueba fehaciente tanto nuestra preciosa capacidad de elevarnos moralmente, como la de descender a abismos de crueldad ignotos en el reino animal. Finalmente, por no alargarme en la lista, otros niegan la evidencia científica de que un óvulo fecundado o un embrión son individuos de la especie humana.
Hay negacionistas de todos los colores. Unos son tildados de patéticos o peligrosos. Otros, cuya obstinada ceguera justifica nuestras posiciones ante la vida, nos parecen gente ilustrada y razonable. Algunos, incluso, llegan a ministros. O a ministras.
Todos tenemos nuestras propias cegueras, más o menos conscientes. Desprendernos de ellas y perseguir –humilde y pacientemente- la verdad, es tarea de toda la vida.
Dime qué niegas y te diré –al menos, un poquito- quién eres.