Estudio del tipo iconográfico del martirio de Santa Catalina de Alejandría
La hagiografía nombra por primera vez a Catalina de Alejandría entre los siglos VI y VIII, documentación bastante tardía habida cuenta de que en ella se explica que la mártir murió en Egipto a principios del siglo IV.
La distinta documentación sobre la historia de la santa culminó en la Leyenda de Oro del arzobispo de Génova, Santiago de la Vorágine, donde se cuenta que Catalina era una noble cristiana, hija del rey Costo de Alejandría, joven instruida en artes liberales, de gran belleza y virtud. Catalina tenía con dieciocho años cuando el emperador Majencio (o Maximino), llegado a Alejandría, mandó realizar sacrificios paganos con motivo de su visita. Catalina rehusó y, entrando en el templo, trató de convencer al emperador con una retórica impecable.
El emperador, abrumado por su elocuencia, mandó llamar a sabios de todo el Imperio para que refutaran los argumentos de la joven. Estos sabios fueron convertidos al cristianismo por Catalina y quemados vivos por ello. Catalina fue azotada y encarcelada, condenada a morir de hambre. Pero dos ángeles la acompañaron en su cautiverio, curando las marcas de los azotes, y una paloma le llevó comida a diario. Durante su reclusión, logró convertir a la esposa del emperador, a su general Porfirio y a doscientos soldados más.
Llegado de nuevo el emperador, hizo torturar a Catalina con una máquina compuesta por ruedas dentadas que, al tocar el cuerpo de la joven, saltó en mil pedazos, matando a cuatro mil paganos que contemplaban la condena. La emperatriz, reprochando a su marido la crueldad de sus actos y reconociendo su conversión, fue también decapitada, así como el general Porfirio y sus soldados conversos.
Finalmente, el emperador hizo decapitar a la joven tras rechazar Catalina su propuesta de matrimonio. De su cuerpo no salió sangre, sino leche.
Varias centurias de desconocimiento de la santa ponen en duda incluso su existencia; no obstante, como ejemplo didáctico de vida cristiana, Santa Catalina ostenta el patronazgo de numerosos oficios, dada su extremada erudición, y es considerada intercesora ante problemas de toda índole.
La Historia Eclesiástica de Eusebio, del siglo IV, habla de una mujer alejandrina que se enfrentó al emperador (tampoco está claro si fue a Majencio o a Maximino). Se considera asimismo que la historia de Santa Catalina pudiera estar inspirada y ser contrapunto de la de Hipatia (muerta en 415), filósofa egipcia de gran erudición, de religión pagana, supuestamente asesinada por una turba de cristianos en momentos de gran tensión política y religiosa en la zona. Otras fuentes que hablan de la santa son la Passio (siglos VI-VII) o el Menogolio griego del emperador Basilio, donde aparece representada con sus atributos por primera vez. Todas estas fuentes documentales culminarían en la Leyenda de Oro.
Sea como fuere, parece ser que a partir del siglo VIII la veneración de Santa Catalina fue habitual entre los cristianos de Egipto, pues se creía que estaba enterrada en el Sinaí. Las reliquias de la santa fueron halladas en dicho monte en el siglo IX, adonde según la tradición habían sido transportadas por ángeles; de Bizancio y de finales del siglo X proceden las representaciones más antiguas (ilustración del Menologio de Basilio), bien como figura aislada, bien como ciclo biográfico o bien con escenas narrativas concretas.
Las primeras imágenes aparecidas en Occidente de la santa pertenecen al siglo XII, extendido su culto por los Cruzados, poco antes de que Santiago de la Vorágine recogiera el relato de la vida de Catalina en su Leyenda de Oro.
A partir del siglo XIV se produce un auge notable en el número de representaciones y se diversifican los temas. No solo aparece de manera aislada con los atributos tradicionales, como la rueda dentada de su tortura, la palma como símbolo del martirio, los distintos signos de erudición (como libros, útiles matemáticos o una esfera terrestre), la corona como signo de procedencia noble o aplastando la cabeza del emperador; sino que se extienden nuevos temas como los desposorios místicos. La idea de la vida consagrada a Dios como una forma de matrimonio es recurrente a partir del siglo XIV. Así, Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, hacen referencia en sus escritos (o lo leemos en escritos ajenos posteriores a su muerte) a una relación de entrega similar. De hecho, no existe en la documentación conservada de Santa Catalina de Alejandría ningún episodio referente a esto; ni siquiera Santiago de la Vorágine relata tal situación, y solo indica lo que Dios dijo a la santa momentos antes de su decapitación. “¡Ven amada mía, ven esposa mía, ven!”. Otros temas recurrentes son el del debate con los filósofos del emperador, su martirio o su conversión.
Conviene mencionar las similitudes encontradas entre esta santa y la ya mencionada Santa Catalina de Siena: a ambas se les atribuye una gran erudición (no en vano Santa Catalina de Siena es Doctora de la Iglesia), un debate contra sabios de la época o el episodio del desposorio místico, además de su propio nombre de pila. No es descabellado pensar que exista cierta relación entre la vida de la santa del siglo XIV (mejor documentada) y la evolución en la iconografía de Santa Catalina de Alejandría.
Ya se ha mencionado que la representación artística de Santa Catalina de Alejandría ha sido muy habitual en la iconografía cristiana desde la Edad Media. El siglo XVI dejó muestras ricas y variadas de la iconografía de la santa en todas sus variantes. Muy conocida es la pintura de Caravaggio (1598) mostrando a Santa Catalina con sus atributos más característicos: la palma, la rueda y la daga.
Entre los desposorios místicos, es habitual encontrar representaciones donde la santa, arrodillada ante Jesús niño, besa su mano o recibe un anillo en señal de alianza. Suelen aparecer asimismo los atributos típicos. Sirva como ejemplo el óleo de Alonso Sánchez Coello (1578) en el que se puede apreciar a la santa con la alianza en el dedo.
Una pintura de Lucas Cranach el Viejo (1506) nos muestra el momento en que la rueda de tortura se quiebra y mata a los paganos que hay alrededor de la santa contemplando el espectáculo.
Existe una variedad riquísima de representaciones de Santa Catalina de Alejandría a lo largo de toda Europa, donde su figura es venerada en numerosos lugares. Es considerada santa por la Iglesia Católica, Copta, Ortodoxa y Anglicana.
BIBLIOGRAFÍA
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-Monreal y Tejada, Luis. ICONOGRAFÍA DEL CRISTIANISMO. El acantilado, Barcelona, 2000.
-Grabar, André. LAS VÍAS DE CREACIÓN EN LA ICONOGRAFÍA CRISTIANA. Alianza Forma, Madrid, 1991.
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