- ANA SÁNCHEZ DE LA NIETA
- 27.DIC.2018
Hace tres años, la modelo y actriz española Mabel Lozano estrenó su primer documental: Chicas nuevas 24 horas, una aproximación –o mejor dicho, una denuncia– al mundo de la prostitución a partir de los testimonios de un grupo de mujeres de diferentes nacionalidades que la ejercen en España. El propósito de Lozano era claro e indisimulado: abrir los ojos ante una industria –la del sexo– que basa sus beneficios en la explotación de seres humanos. Ni más ni menos.
Mabel Lozano vuelve a la carga con un documental que, estrenado hace unas semanas, está consiguiendo abrirse paso en las salas con un sistema interesante que une la proyección a posteriores debates o mesas de expertos. No estamos precisamente ante un cine de evasión, sino ante una película molesta, incómoda a ratos, de una gran violencia psicológica y, sin embargo, muy necesaria.
El proxeneta. Paso corto, mala leche es la narración en primera persona de la historia de uno de los principales proxenetas españoles: Miguel, apodado el Músico. Como cuenta Miguel en el documental, empezó a trabajar en un pub de manera casual con solo 17 años y pronto descubrió que se podía ganar la vida trasteando en el mundo de la noche. De ahí, cuesta abajo y sin frenos, acabó en el mundo de la prostitución y de la explotación sexual. Los números dan vértigo. Llegó a poseer 12 de los macroburdeles más importantes de España, donde explotó a más de 1.700 mujeres, muchas menores. Su historial delictivo le llevó a una condena de cárcel de tres años que pudo rebajar gracias a su arrepentimiento y posterior colaboración con la policía para desactivar algunas redes de prostitución.
Lozano deja hablar al proxeneta durante 88 largos minutos en los que recorre su “trayectoria”, una trayectoria que ayuda a entender el criminal paisaje de la prostitución en España. La documentalista apuesta fuerte al dejar hablar al proxeneta sin rebatirle. El testimonio es sumamente violento. Con enorme frialdad, el Músico habla de la prostitución como podría hablar de un negocio de muebles. Es una mercancía más. Y se habla de comprar y vender mujeres, de trasladarlas o de revenderlas cuando ya no rinden; habla de engaño, de mafias, de droga, y, por supuesto, de violencia cuando se vea necesario.
Legalizar es alimentar el negocio
Y en medio de este criminal paisaje se entiende bien que la propuesta de Mabel Lozano –al igual que la del proxeneta ahora arrepentido– sea rotunda. La prostitución es una clara explotación de seres humanos y el simple planteamiento de legalizar un crimen hace daño. “Quien quiera legalizar la prostitución la está defendiendo –afirma tajante el Músico en un momento del documental–. Aquí no hay proxenetas buenos y proxenetas malos. Aquí solo hay malos y malos”. Y explica, además, en uno de los tramos más interesantes del documental, cómo iniciativas en pro de la legalización tienen el apoyo directo de algunos empresarios del alterne que ven en ella un panorama de innegable expansión para la industria del sexo. El objetivo no es que las prostitutas estén mejor o que trabajen en entornos más seguros… el objetivo es que los proxenetas puedas ganar más dinero. Lo mejor para convertir una actividad más o menos marginal en industria es legalizar esa actividad. Alrededor de la actividad legalizada surgirán otras actividades –desde servicios hasta seguros– que acabarán enriqueciendo a quienes viven de la prostitución (y no precisamente a las prostitutas).
En este sentido, era interesante leer a Víctor Lapuente, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Gotemburgo, en el diario El País, donde, después de analizar las diferentes políticas europeas sobre la prostitución, concluía cómo los países que han legislado con dureza esta cuestión –por ejemplo, Suecia– han visto disminuir la prostitución, mientras que otros que han apostado por la legalización –como Holanda– se han convertido en puerto de llegada para mafias que comercian con seres humanos. “Para atacar este problema, concluía Lapuente, la mejor política es criminalizar la compra de sexo. Una medida provocadora para muchos liberales. Pero acabar con el horror que sufren las víctimas de la explotación sexual lo merece”.
Es la misma tesis que defiende Mabel Lozano en este documental. La cineasta española está dispuesta a seguir plantando batalla a esta realidad. Lo suyo no es hacer carrera en el cine, es un verdadero activismo. Como resume con inteligencia hablando del hilo que une su producción audiovisual: “Yo no hago películas, hago una sola película, porque lo que quiero es que cambie la vida de esas mujeres”.
Ana Sánchez de la Nieta