Mediante aplicaciones de smartphones, es fácil que las chicas arreglen su imagen y rellenen sus labios, quiten imperfecciones de la piel, blanqueen sus dientes o consigan pestañas más largas. Luego llevan el selfie a un cirujano plástico y le piden: “Hágame así”. En 2015, el 42% de los cirujanos decía haber recibido este tipo de peticiones; en 2017, el 55%.
Los autores, de la Boston University School of Medicine, escriben: “Antes, los pacientes traían a la consulta imágenes de famosos como modelos para emular su aspecto atractivo. En cambio, ahora ha surgido un nuevo fenómeno, llamado “dismorfia Snapchat”, por el que los pacientes reclaman la cirugía estética para parecerse a versiones retocadas de sí mismos, con labios más gruesos, ojos más grandes o nariz más pequeña. Es una tendencia alarmante, porque esos selfies a menudo presentan imágenes inalcanzables y están difuminando la frontera entre la fantasía y la realidad para esos pacientes”.
La tendencia es preocupante, dicen, porque puede llevar al trastorno de “dismorfia corporal”, un tipo de preocupación compulsiva por la apariencia física. Estas personas pueden dedicar tanto tiempo a pensar en las imperfecciones físicas que ven en ellas, que pueden ser incapaces de funcionar en la vida diaria. Un estudio de 2007, publicado en la revista Primary Psychiatry, asegura que el 80% de los aquejados por este trastorno “experimentan ideas suicidas, y entre el 24% y el 28% intentan suicidarse”.
Imágenes idealizadas
Los autores sugieren que lo que necesitan estas personas no es cirugía estética sino algún tipo de intervención psicológica, como terapia cognitiva conductual, junto con la medicación.
“La omnipresencia de estas imágenes idealizadas puede afectar a la autoestima, y hacer que uno se sienta inadecuado por no tener cierta apariencia física en la realidad”.
Los autores hacen notar que los selfies pueden llevar a confundir Internet y el mundo real. Su autoestima se basa en lo que ven en las fotografías. “Esas apps hacen que las personas pierdan el contacto con la realidad porque esperan aparecer en la vida normal tan arregladas y retocadas como en las fotografías. Los selfies retocados pueden tener efectos dañinos en adolescentes o en pacientes de dismorfia corporal porque unos y otros interiorizan más estos modelos de belleza”.
Neelam Vashi, coautora del estudio, declara al Washington Post: “Nuestra sociedad está cada vez más preocupada, obsesionada con las redes sociales, las imágenes y las fotografías, y con la apariencia física. Por todas partes la gente está sacándose selfies y subiéndolos a las redes sociales… Esto puede provocar sentimientos de tristeza, y si uno desarrolla este trastorno, la tristeza progresa y se convierte en algo que puede ser peligroso y alarmante”.