Publicado en El País, 14-11-2017. Autor desconocido.
DILEMA:Acaba de iniciarse el siglo XX y la experimentación con animales es habitual. Ya en la Antigua Grecia, los médicos diseccionaban cuerpos de animales ante el tabú de abrir cadáveres humanos. Hace 2.500 años, el filósofo Alcmeón de Crotona extirpó el globo ocular de un animal y observó el nervio óptico, que se dirigía desde el ojo al interior del cráneo. Fue el primero en dictaminar que el cerebro era la sede de la conciencia. Recién nacido el siglo XX, ¿crees que sigue siendo necesaria la experimentación con animales? ¿Serías capaz, por ejemplo, de hurgar en el ojo de un conejo?
CONSECUENCIAS DEL ‘NO’: Tu rechazo congela la experimentación en conejos e impide que el oftalmólogo austriaco Eduard Zim lleve a cabo en 1905 el primer trasplante a un humano de la historia. El paciente, un hombre de 45 años con ceguera, esperaba un trasplante de córnea para recuperar parcialmente la visión y poder retomar sus labores en el campo.
CONSECUENCIAS DEL ‘SÍ’: 1905: Gracias al conocimiento adquirido con la experimentación en conejos, el oftalmólogo austriaco Eduard Zim lleva a cabo el primer trasplante a un humano de la historia. El órgano trasplantado es una córnea, la membrana dura que constituye la parte anterior del globo ocular. El paciente, un hombre de 45 años con ceguera, recupera parcialmente la visión y puede retomar sus labores en el campo.
DILEMA: En el año 1656, el célebre arquitecto inglés Christopher Wren, autor de la catedral de San Pablo en Londres, escribió una carta a un amigo: «El experimento más considerable que he hecho últimamente es este: le he inyectado grandes cantidades de vino y cerveza en la sangre a un perro vivo a través de una vena, hasta que se emborrachó por completo […]. Vomitó hasta morir». Hoy el experimento de Wren parece salvaje, pero de alguna manera fue un éxito. La intoxicación demostró que la primera inyección intravenosa había funcionado. A principios del siglo XX, la comunidad científica intenta lograr transfusiones de perro a perro, pese a que la sangre coagula y los experimentos fracasan. ¿Apoyarías esta línea de investigación?
CONSECUENCIAS DEL ‘NO’: Has interrumpido una línea de investigación que permitirá que hacia el año 2015 las transfusiones de sangre salven 80 vidas al día solo en España. Sin tus barreras éticas, se habrían alcanzado los 112 millones de unidades de sangre donadas cada año en el mundo.
CONSECUENCIAS DEL ‘SÍ’: En 1914, el médico belga Albert Hustin descubre que añadir citrato de sodio a la sangre impide que se coagule. Enseguida, logra realizar transfusiones con éxito a perros. En la actualidad, se donan 112 millones de unidades de sangre cada año en el mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud. Solo en España, las transfusiones de sangre salvaron 80 vidas al día en 2015.
DILEMA: Avanza el siglo XX y en la URSS despunta un joven biólogo, Vladímir Démijov. En 1937, con solo 21 años, ha diseñado una máquina capaz de sustituir a un corazón. Durante más de cinco horas, su aparato mantiene con vida a un perro al que previamente había extirpado el órgano cardíaco. Para algunos, Démijov es una especie de Frankenstein de los perros. En su libro Trasplante experimental de órganos vitales, describe una cirugía en la que cose un corazón a las ingles de un perro para comprobar si sigue latiendo. El ruso llega a crear un perro con dos cabezas y animales con dos corazones, a base de suturas. ¿Permitirías estos experimentos?
CONSECUENCIAS DEL ‘NO’: Renuncias a una línea de investigación que desembocó en el primer trasplante de corazón humano, llevado a cabo el 3 de diciembre de 1967, en un hospital de Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Su cirujano afirmó: “Si existe un padre de los trasplantes de corazón y pulmón, ese título lo ostenta, sin duda, Démijov”. En 2016, hubo casi 127.000 órganos trasplantados en el mundo, según el Registro Mundial de Trasplantes. Más de 5.000 fueron de pulmón. Y más de 7.000 fueron de corazón.
CONSECUENCIAS DEL ‘SÍ’: El primer trasplante de corazón humano de la historia se llevó a cabo el 3 de diciembre de 1967, en un hospital de Ciudad del Cabo (Sudáfrica). El paciente, un tendero de 54 años, recibió el corazón de una mujer de 25 años atropellada por un borracho. “Jesus. Dit gant werk !”, clamó el cirujano Christiaan Barnard cuando comprobó, estupefacto, que el corazón trasplantado volvía a latir. En afrikáans, su grito significa: “¡Jesús! ¡Esto va a funcionar!”. En 2016, hubo casi 127.000 órganos trasplantados en el mundo, según el Registro Mundial de Trasplantes. Más de 5.000 fueron de pulmón. Y más de 7.000 fueron de corazón.
DILEMA: Las pioneras investigaciones con animales han permitido grandes avances científicos, pero te encuentras con otra barrera ética: la experimentación con primates no humanos. ¿Sigues adelante?
CONSECUENCIAS DEL ‘NO’: Interrumpes una línea de investigación que, en el caso de la vacuna oral de la polio, requirió 9.000 monos, pero logró que una enfermedad que paralizaba o mataba a 350.000 personas al año en el mundo se haya reducido a 12 casos en lo que va de 2017. Tus barreras éticas condenan a cientos de miles de niños a la muerte o a la silla de ruedas.
CONSECUENCIAS DEL ‘SÍ’: En 1908, los científicos austriacos Karl Landsteiner y Erwin Popper demuestran que la polio es una enfermedad infecciosa, al inyectar a monos extractos de la médula espinal de un niño que había muerto por la patología. Los investigadores también lograron transmitir el virus responsable de la polio entre diferentes monos, creando un modelo para estudiar la enfermedad. Durante cuatro décadas, estos experimentos continúan, hasta que se obtiene una vacuna para la polio. En 1956, el virólogo polaco Albert Sabin, padre de una vacuna oral, calcula que en su desarrollo se han utilizado 9.000 monos, 150 chimpancés y 133 voluntarios humanos. La vacuna, y sus sucesoras, han logrado que una enfermedad que paralizaba o mataba a 350.000 personas al año en el mundo se haya reducido a 12 casos en lo que va de 2017.
DILEMA: Es 1962, el año del éxito del Love me do de The Beatles. La ciencia avanza. La comunidad científica se plantea obtener animales genéticamente idénticos, a través de un procedimiento llamado clonación. ¿Te atreves?
CONSECUENCIAS DEL ‘NO’: Has abortado una línea de investigación que acabaría ganando el Nobel de Medicina de 2012, por abrir la puerta a la reprogramación celular y a la medicina regenerativa. Con solo 29 años, en 1962, el biólogo británico John Gurdon cogió el núcleo de una célula del intestino de una rana y lo introdujo en un óvulo sin núcleo de otra rana. El resultado fue un renacuajo genéticamente idéntico a la primera rana. En 2012, ganó el Nobel de Medicina. Cuatro décadas después, el equipo del médico japonés Shinya Yamanaka logró rebobinar una célula adulta hasta llevarla a su estado pluripotente, capaz de generar casi cualquier tipo de tejido. La técnica sirve para obtener células madre a partir de células de la piel y convertirlas, por ejemplo, en células cardíacas palpitantes con las que intentar regenerar un corazón enfermo.
CONSECUENCIAS DEL ‘SÍ’: Con solo 29 años, el biólogo británico John Gurdon cogió el núcleo de una célula del intestino de una rana de uñas africana y lo introdujo en un óvulo sin núcleo de otra rana. El resultado fue un renacuajo genéticamente idéntico a la primera rana. El joven Gurdon, de la Universidad de Oxford, había logrado el primer animal vertebrado clonado, más de 30 años antes que la oveja Dolly. En 2012, ganó el premio Nobel de Medicina. Cuatro décadas después, el equipo del médico japonés Shinya Yamanaka logró rebobinar una célula adulta hasta llevarla a su estado pluripotente, capaz de generar casi cualquier tipo de tejido del organismo. La técnica sirve para obtener células madre a partir de células de la piel y convertirlas, por ejemplo, en células cardíacas palpitantes con las que intentar regenerar un corazón enfermo.
DILEMA: La humanidad lleva miles de años modificando los genes de otros seres vivos, mediante la selección artificial. Así, seleccionando animales con los rasgos más deseados y cruzándolos entre ellos, se pasó del lobo al perro chihuahua. A finales del siglo XX, la tecnología permite modificar los genes de los cultivos alimentarios para obtener variedades más productivas o resistentes a herbicidas. ¿Lo harías?
CONSECUENCIAS DEL ‘NO’: Algunos científicos calificarían tu rechazo de “crimen contra la humanidad”. Hace un año, más de un centenar de premios Nobel firmaron una durísima carta abierta instando a la organización Greenpeace a “reconocer las conclusiones de las instituciones científicas competentes” y “abandonar su campaña contra los organismos modificados genéticamente en general”. La Academia Nacional de Ciencias de EE UU subrayó en 2016 que, tras décadas de uso, no se ha hallado “ninguna prueba” de que los alimentos modificados genéticamente tengan un impacto negativo en la salud. Algunos científicos, como el bioquímico español Luis Manuel Rubio, lideran una revolución transgénica para luchar contra el hambre en el mundo.
CONSECUENCIAS DEL ‘SÍ’: En 1973, los genetistas estadounidenses Herbert Boyer yStanley Cohen desarrollaron un método para cortar un gen de un organismo y pegarlo en el genoma de otro. Lo hicieron en una bacteria. Un año más tarde, Rudolf Jaenisch y Beatrice Mintz emplearon un procedimiento similar para modificar el ADN de ratones. En 1992, EE UU aprobó el primer cultivo modificado genéticamente para producción comercial: los tomates Flavr Savr, que tardaban más en madurar. Hoy, pese a la oposición de algunas ONG, en el mundo son habituales los cultivos de maíz, soja y algodón modificados para ser resistentes a herbicidas o tóxicos para determinados insectos que destruyen las cosechas. Hace un año, más de un centenar de premios Nobel firmaron una durísima carta abierta instando a la organización Greenpeace a “reconocer las conclusiones de las instituciones científicas competentes” y “abandonar su campaña contra los organismos modificados genéticamente en general”. La Academia Nacional de Ciencias de EE UU subrayó en 2016 que, tras décadas de uso, no se ha hallado “ninguna prueba” de que los alimentos modificados genéticamente tengan un impacto negativo en la salud. Algunos científicos, como el bioquímico español Luis Manuel Rubio, lideran ahora una revolución transgénica para luchar contra el hambre en el mundo.
DILEMA: En 2003, el equipo del microbiólogo español Francis Mojica descubrió un sistema de inmunidad hereditario presente en el ADN de muchas bacterias. Los microbios recogen información de sus atacantes —virus, por ejemplo— y la almacenan en su propio ADN, como si fueran fotografías de criminales en una comisaría. Si aparece un virus enemigo, las bacterias reconocen el material genético del agresor y envían unas tijeras moleculares para hacerlo cachos. En 2012, la historia del mundo dio vuelco, sin exagerar. La bioquímica francesa Emmanuelle Charpentier y la química estadounidense Jennifer Doudna demostraron que el mecanismo, bautizado CRISPR, se puede utilizar como una herramienta universal para editar cualquier genoma, también el humano, como si fuera un procesador de textos. Las posibilidades son casi inimaginables. ¿Das luz verde?
CONSECUENCIAS DEL ‘NO’: Has renunciado a una de las mayores revoluciones científicas de la historia. Los expertos creen que tiene potencial para salvar millones de vidas humanas. Has impedido que la comunidad científica intente corregir genes defectuosos en enfermedades hereditarias. La esperanza de aumentar la respuesta inmune de pacientes de cáncer, gracias a la modificación de glóbulos blancos con CRISPR, se ha desvanecido debido a tu decisión. Al mismo tiempo, has alejado un dilema ético: ¿permitiría la humanidad que se modifiquen en el laboratorio cualidades humanas como la inteligencia?
CONSECUENCIAS DEL ‘SÍ’: Cinco años después del descubrimiento de CRISPR, la técnica está presente en miles de laboratorios de todo el mundo. Es 10 veces más barata y tres veces más rápida que las anteriores técnicas de edición genética. La comunidad científica está volcada en corregir genes defectuosos en enfermedades hereditarias humanas. Investigadores de China y EE UU ya han modificado glóbulos blancos con CRISPR para intentar aumentar la respuesta inmune de pacientes de cáncer. Sin embargo, muchos debates siguen en pie. ¿Es ético cambiar el genoma de un óvulo o de un espermatozoide para que una persona nazca libre de una enfermedad? ¿Permitirá la humanidad que se modifiquen en el laboratorio cualidades humanas como la inteligencia?