El revuelo generado por el reciente despido de un ingeniero de Google, James Damore, me parece noticia más positiva del verano. Digo que me gusta porque no recuerdo otra ocasión en la que los dardos de la corrección política hayan acabado clavándose en las espaldas de los que los lanzaban.
Primero los grandes medios de comunicación, y muchas personas en las redes sociales, pusieron el grito en el cielo al filtrarse algunas frases de un documento elaborado por un empleado de Google. Sus opiniones no seguían las modas habituales en temas de igualdad, diversidad, justicia social o pensamiento de género.
Si uno se tomaba la molestia de leer su informe de 10 páginas podía ver que sus tesis trataban de apoyarse en la ciencia ─no en vano Damore es biólogo─ y otros razonamientos. Además, su texto era correcto con las personas que sostienen otras opiniones sobre estos temas.
Sin embargo, la presión social para que Google despidiera al empleado no dejaba de crecer, por lo que el lunes pasado decidieron ponerlo de patitas en la calle. A lo largo de esta semana, la polémica por su despido no ha dejado de crecer, como puede verse en la página creada en Wikipedia para explicar toda esta historia.
En pocas horas, Google pasó de ser la compañía que defendía la igualdad al máximo bastión de la intolerancia, sobre todo en la medida en que se supo que el texto de Damore era fruto de su participación en el debate interno que la compañía había abierto para explicar las causas de la poca presencia femenina en el mundo de la tecnología, tanto a nivel técnico como directivo.
El enfoque de esta historia cambió totalmente: Google había pedido opinión a sus trabajadores, uno de ellos expresó su opinión de forma educada y razonada y acabó despedido por la compañía. ¿Se puede ser más intolerante? Pero la reacción de Google ha abierto una crisis no solo fuera de la empresa sino también entre sus propios trabajadores. Una encuesta ha mostrado cómo el 40% de sus empleados está de acuerdo con el texto de Damore y un 60% lo habría compartido internamente, pues no generaba polémica sino que animaba el debate. Con estos datos, se entiende que la mayoría de trabajadores estén en desacuerdo con su despido. Y ya empieza a notarse en la compañía, sin ir más lejos, el viernes tuvieron que suspender una reunión con el CEO porque los asistentes no se sentían con confianza para expresar sus opiniones.
Damore está siendo protagonista de muchas entrevistas y programas de televisión, incluso el Wall Street Journal le cedió una columna para que explicara las razones de su despido. Y no parece que le vaya a ir mal. Le llueven ofertas de trabajo de lo más variadas, una recaudación de fondos por internet lleva 45.000$ recogidos en menos de una semana, su cuenta de twitter abierta hace seis días tiene 70.000 seguidores. Vamos, que su historia ha tenido y tendrá mucho eco. No me extrañaría que en unos años veamos una película sobre el tema, las escuelas de negocio y comunicación hagan casos o que Google acabe poniendo su nombre a alguno de sus edificios cuando rehabilite la figura de Damore en el futuro.
Concluyo con los aspectos más positivos que a mi entender nos deja esta historia:
1. Nunca antes, que yo recuerde, se había puesto de manifiesto a nivel global que uno pueda pensar diferente en torno a los temas de género y los que piensan diferente reconozcan su derecho a expresarlo (por supuesto haciéndolo con educación y fundamentando racionalmente las opiniones). Gente tan diversa como Peter Singer o este editorial de El Mundo han subrayado la conveniencia de preservar la libertad de expresión en temas opinables y científicamente discutibles.
2. Los que no estamos de acuerdo con el pensamiento de género tenemos un nuevo mártir. La diferencia con los otros muchos mártires que fueron tachados por sostener tesis políticamente incorrectas es que James Damore es un mártir reconocido también por muchos que no están de acuerdo con sus tesis.
3. Esperemos que este debate no deje de crecer. Una historia controvertida está permitiendo que discutamos sobre la naturaleza humana y la igualdad usando argumentos en vez de descalificaciones. Merece la pena celebrarlo. Ya se habla públicamente del tema desde la BBC hasta el New York Times. Y en España también se empiezan a ver textos sobre el asunto, por ejemplo en Cultura 3.0, El Confidencial o La Razón. Eso sí, no deja de sorprender el silencio de otros grandes medios de comunicación sobre el asunto. Esperemos que sea un asunto temporal fruto de las vacaciones estivales. La igualdad y diversidad de una sociedad merece que tratemos este tema a fondo y sosegadamente.