Rosae Martín Peña
Están aquí y han venido para quedarse. Son ellos, los robots, quienes siempre presentan el mismo humor, con una predisposición 100% a trabajar sin ser conscientes del trabajo que esto conlleva, y que cuentan con un botón de apagado y encendido. En resumen: eficaces y eficientes al mismo tiempo. Son por lo tanto, el sueño de empresas, de trabajadores de recursos humanos, y, no solamente. Ahora queda por ver cómo lo aceptamos, legislamos y nos reinventamos.
Primero aterrizaron en fábricas como la automoción, nos liberaron claramente de trabajos repetitivos en industrias pesadas, no tenían figura humana y seguramente por esto, jamás los vimos como un peligro. Los tiempos han cambiado, los robots tienen cada vez una mayor autonomía y capacidad de aprendizaje. Y, si nos ponemos románticos, muchos de ellos tienen una apariencia cada vez más humana. Quizás, al verlos como iguales, como competencia directa nuestra, estemos aterrados. Esta es la conclusión a la que se llega en este artículo del diario El País:
“Desde que la humanidad tiene conciencia de sí misma, ha diseñado máquinas para sustituir el trabajo. Y siempre ha visto el proceso como una liberación, no como una subordinación, o simplemente se ha resignado. Nuestra vida está rodeada de máquinas, como la lavadora, que han quitado el trabajo a alguien, y ya les hemos puesto impuestos, sobre el consumo, pero no sobre el trabajo. Cuando fijamos impuestos sobre el trabajo a los robots es porque les estamos reconociendo como iguales, no como máquinas. De ahí la robotofobia. Como la xenofobia, se ceba con aquel que se piensa diferente pero en el fondo se percibe como igual”.
Lo repetitivo para el robot, lo creativo para el humano
La cuestión de la automatización de muchos trabajos comunes ha pasado a ser un tema clave en nuestros tiempos. Un reto que pone en tela de juicio unas estructuras económicas, sociales, y empresariales, que hasta ahora muchos creían como intocables. Algunos sectores aún no quieren oír hablar de que las máquinas acabarán con su profesión. No obstante, mirar para otro lado, no parece la solución ante un problema de estas magnitudes. Ya por el año 2013 se dio a conocer este estudio de Oxford, cuando aún los robots y la IA (inteligencia artificial), no ocupaban las portadas de los periódicos. Esta investigación se centró en el análisis de las 700 profesiones más corrientes en Norteamérica, lo que es en parte es extrapolable a muchos otros países del mundo desarrollado.
El objetivo que se perseguía era valorar cuáles de estas ocupaciones serían reemplazadas por máquinas, en un intervalo de 10 a 20 años. Las conclusiones hablaron por sí mismas: el 47% de las ocupaciones analizadas contaban con el riesgo de ser automatizadas, sobre todo, las de operadores de telemarketing, relojeros, recepcionistas, vendedores, cocineros de cocina rápida o conductores. A unas cifras similares llegó en el informe El Futuro del Trabajo, presentado por el Foro Económico Mundial en enero de 2016. Este organismo ha cifrado en su estudio la tasa de destrucción de empleo para los próximos años en 7,1 millones, concentrados mayormente en trabajos de oficina y administrativos. No obstante, se destruye empleo y se crea otro nuevo. Así, el Foro Económico Mundial prevé entre los años 2015 y 2020, que la robótica, el machine learning, la nanotecnología, la impresión 3D, la genética y la biotecnología serán capaces de crear 5,1 millones de trabajos nuevos.
Y así, nos llegan nuevas profesiones como las de “guía turístico espacial”, “diseñador de cuerpo humano”, o “creador de entornos virtuales”, por ejemplo, según el informe Tomorrow’s Jobs, elaborado por los especialistas de Microsoft y la consultora británica The Future Laboratory. Pero en la carrera por crear y confeccionar otras salidas laborales, que ya es un trabajo en sí mismo, tenemos más ejemplos como el de Silvia Leal, asesora de la Comisión Europea en competencias digitales, que selecciona también como posibles salidas laborales: “los analistas y programadores de Internet de las cosas”, “terapeutas de empatía artificial”, o la figura del “impresor 3-D”. Y en el caso de divisar el panorama de las capacidades individuales, que como futuros trabajadores debamos tener, la directora de Marketing y Comunicación, Anna Quintero, del portal de búsqueda de empleo Infojobs, parece tenerlo claro según sus últimas declaraciones: “ser una enciclopedia andante no servirá de nada”, y Quintero, añade: “triunfarán aquellas personas con habilidad para ver las conexiones entre materias, que sepan trabajar en equipo con profesionales de otras ramas y entiendan las necesidades de cada proyecto”.
Soluciones a la vista: ¿impuesto a las “personas electrónicas”?
Sin que haya de momento una carrera universitaria oficial que nos titule para ejercer como terapeutas de inteligencia artificial, podemos decir que el miedo siempre nos ha acompañado y con más razón ante estas potenciales “personas electrónicas”, término que propone la Unión Europea para designar a los robots, unos compañeros de trabajo capaces de trabajar durante 24 horas, y cuyo alimento es tan solo una revisión periódica.
Dado que el panorama pide actuar, los expertos en el Parlamento Europeo ya han empezado: “los robots han salido de las jaulas y están entre nosotros”, son alguna de las expresiones que pudieron escucharse en una sesión reciente. El grupo de personalidades en la asamblea parlamentaria se caracterizó por ser ecléctico y muy variado en opiniones: investigadores, empresarios, académicos, líderes de sindicatos, aseguradoras, y artistas se reunieron con un objetivo claro: proponer una regulación a gran escala sobre estos aparatos electrónicos con los que vamos a trabajar “codo con codo”. La reunión, que tenía como objetivo crear un informe centró la atención en dos cuestiones principales: la responsabilidad civil y legal de los robots. Otro de temas más polémicos, y que Bill Gates ha lanzado al debate público es un potencial impuesto para los robots trabajadores.
Sin embargo, existen también voces disonantes que sostienen que los robots harán lo que nosotros, los humanos, les digamos que hay que hacer, por lo que seguimos siendo nosotros quienes tienen el control y la responsabilidad.
Coexistir es la solución
Joseph Paradiso, investigador del MIT y autor de uno de los artículos del libro El próximo paso: la vida exponencial considera que “la creatividad es una capacidad humana que probablemente las máquinas nunca puedan desarrollar por completo, y por lo tanto, uno de los campos en los que habrá más oportunidades de trabajo en el futuro”.
Otra de las opiniones relevantes para el tema del y que también pertenece a uno de los autores del libro es la de Seán Ó hÉigeartaigh, director del Centro de Estudios del Riesgo Existencial de la Universidad de Cambridge (Reino Unido). Para él, “en el futuro, el trabajo dejará de definir quién es una persona, pues la gente no necesita un trabajo sin sentido para sentir que su vida tiene un significado, especialmente si se trata de trabajos repetitivos”.
Me pregunto si lo repetitivo es el trabajo que hacemos, o más bien que realmente hayamos sabido hasta el momento hacer de la repetición algo creativo. Lo que está claro, ellos han venido para quedarse y nosotros para reinventarnos como siempre hemos hecho. Es cuestión de creatividad…