¿Qué humanidades? ¿Necesarias para quién?

por | 14 de junio de 2016

La quejumbre sobre la situación de las humanidades es parte del paisaje educativo. En nuestro país cada vez son menos los estudiantes que eligen Grados de Artes y Humanidades y en las reformas del bachillerato se sustituyen las materias filosóficas por otras que fomenten el emprendimiento y la empleabilidad (lo cual aparte de ser un problema en sí mismo, se convierte en una “profecía autocumplida” ya que reduce las posibilidades laborales de los “humanistas”, entre quienes abunda el interés por la docencia). En el extranjero la situación no es mejor.

Recientemente se ha comentado en este mismo blog el llamativo caso de Japón. Y en USA, políticos de uno y otro signo, insisten sin reparos en que lo que el país necesita no son graduados en arte o literatura, sino en STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemática). Por su parte, los defensores de las humanidades no dejan de clamar contra tales despropósitos, con la desazón de saber que tienen la batalla perdida de antemano.

Hasta aquí, la historia de siempre, con sus conocidas posturas aparentemente irreconciliables. A veces, en este tipo de debates sin visos de solución, lo que permite avanzar es cambiar el marco o encuadre, es decir, la perspectiva desde la que se plantea el asunto. Con este fin, trato de responder a las dos preguntas que aparecen en el título.

En primer lugar, es preciso aclarar qué entendemos por humanidades. Hay que distinguir entre los estudios especializados “de Letras” (como los actuales Grados de la rama de Artes y Humanidades) y esa educación humanística general que sería tan beneficiosa para cualquier estudiante. En este sentido, por ejemplo, resultaría que no porque hubiera más graduados de Letras necesariamente la educación universitaria sería más humanista. Además, en el concepto de humanidades debe incluirse la comprensión científica y tecnológica de la realidad: los de Letras también necesitan las Ciencias para su formación intelectual. En segundo lugar, interesa preguntar por qué y para quién son –supuestamente– tan necesarias las humanidades. La respuesta obvia es: “Para adquirir cultura, para ser una persona culta”. Aquí, de nuevo, resulta útil distinguir la llamada “cultura general” de la cultura en el sentido en que la utiliza, por ejemplo, Ortega y Gasset: sistema de ideas desde la que el tiempo vive. La “cultura general” es importante, pero –por así decir– opcional.

En cambio, la educación humanística es tan necesaria porque, sin ella, las personas y la sociedad irían a la deriva, sin comprenderse a sí mismas y, por tanto, sin poder ejercer su libertad. Por seguir con las metáforas orteguianas, un mundo así sería “infrahumano”.

Una de las principales dificultades para enmarcar adecuadamente el debate sobre las humanidades procede precisamente de nuestra tradición universitaria: la francesa o napoleónica. En la mayor parte de los países “latinos” se entiende que la universidad tiene como finalidad principal la cualificación profesional (superior). Los estudiantes eligen su Grado, en gran medida, pensando en las expectativas laborales. Y lo habitual es que los planes de estudio ofrezcan una formación lo más especializada y abarcante posible. La “liberalización” del antiguo listado de titulaciones oficiales del Ministerio –al margen de sus aspectos positivos– ha confirmado y acentuado esta deriva: por regla general, lo que se ofrece es una formación cada vez más especializada de áreas de conocimiento, a su vez más reducidas. El estudiante, desde su primer semestre, entra en un carril desde el que casi puede ver ya el puesto de trabajo en el que terminará a la salida del túnel de los años universitarios. Y si no lo ve, se pone nervioso porque sabe que nuestro mercado laboral tiene escasa flexibilidad y apenas deja margen para la creatividad. Por natural que nos parezca, lo cierto es que la situación es muy distinta en las tradiciones alemanas, inglesa o estadounidense, con sus major y minor o Haupt- y Nebenfächer.

Este “encarrilamiento” de los estudios universitarios provoca que las humanidades se entiendan como preparación especializada y profesionalizante; y que, además, se sitúen, por definición, en un carril distinto al de las ciencias o las ingenierías.

Entendidas de esta manera, las humanidades no están en la mejor posición para ofrecer la cultura que precisa nuestra sociedad.

Las humanidades que la universidad necesita son las que en los Estados Unidos se incluyen en el core curriculum, es decir, la formación esencial o general, obligatoria en los diversos planes de estudio. Un buen core curriculum se caracteriza, primero, porque incluye materias de Letras y de Ciencias, ya que pretende orientar al estudiante en el mundo y la sociedad; segundo, no tiene un planteamiento meramente teórico o “científico” sino también existencial: se propone ayudar a madurar vital e intelectualmente; y, por último, es un plan de estudios estructurado, cuyos contenidos son habitualmente los “clásicos” del pensamiento, el arte y la literatura, es decir, que no se limita –como sucede con frecuencia– a ofrecer un popurrí de asignaturas “interesantes” para mejorar la cultura general.

A pesar de lo que pueda parecer, en absoluto se trata de un invento yankee. La idea es tan antigua como la propia institución universitaria. Es, por ejemplo, lo que había propuesto Ortega con su idea de una “Facultad de Cultura”, al lado del resto de facultades de Ciencias y de Letras. Y es lo que, desde hace unos años, vienen promoviendo cada vez más universidades europeas. De ello se discutió hace unos meses en el primer congreso europeo sobre el tema, precisamente en Holanda, un país que está abanderando este planteamiento educativo[1]. Aunque sea anecdótico, no deja de resultar significativo que entre los asistentes estuvieran representados buena parte de los países europeos; en cambio, no hubo nadie de Francia ni de Italia. Por suerte, sí hubo asistentes -aunque pocos- de España y Portugal.

Quizá sea una señal de que algo está cambiando en el debate de las humanidades.

José María Torralba
13/06/2016

 

[1] Véase Marijk van der Wende, “Trends towards Global Excellence in Undergraduate Education. Taking the Liberal Arts Experience into de 21st Century”, CSHE 18.12 (December 2012).