La lectura de “12 reglas para vivirno deja indiferente. Su autor, Jordan Peterson, saltó a la fama en 2016 por oponerse a la política del gobierno canadiense, que imponía el uso de pronombres neutros acorde con la visión de género. Peterson ya era un afamado profesor de la Universidad de Toronto y antes de Harvard. De hecho sus clases en Boston ya se grababan en 1996. Su canal de Youtube tiene cientos de millones de reproducciones.

“Profundo, sugerente, difícil, honesto, dispar, valiente, inspirador, polémico… Y muy recomendable”. Así tuiteba Miguel Ángel Martín, profesor universitario especialista en comunicación persuasiva, su impresión de 12 Reglas para vivir. Yo también creo que se trata de un libro imprescindible. Es un texto duro, escrito con un estilo muy directo. No estarás de acuerdo con todo y te sentirás incómodo muchas veces al pasar sus páginas, pero hay que leerlo porque es todo un desafío a muchas de las ideas comunes de nuestro tiempo. Por ejemplo, la importancia de educar a los hijos con fortaleza y sin tanto control, la comunicación en el matrimonio, las diferencias entre hombres y mujeres, el valor de la verdad o la necesidad de dejar de lamentar nuestro destino y poner toda la carne en el asador para ser la mejor versión de nosotros mismos.

Como decía, es muy difícil que un libro que aborda temas tan variados comulgue con todas tus ideas. A mí particularmente me ha sonado demasiado fuerte que desaconseje ayudar a las personas a las que no podemos sacar adelante. Evidentemente es un consejo adecuado desde una perspectiva puramente racional, pero lo cierto es que, a priori, no es fácil saber a quién tienes capacidad de ayudar y a quién no, y tampoco sabe uno cuándo cambiarán realmente las personas y cuándo es inútil ayudarlas. Y aunque así lo fuera, me resisto a pensar que la compasión y la compañía no sean algo que todos merezcan aunque estén hundidos por su culpa. Aún así, reconozco que Peterson expone muy bien que la compasión es un arma de doble filo que puede destruir a cualquiera que la muestre sin la fortaleza personal suficiente.

A la hora de explicar su visión del hombre, Peterson recurre a las historias y mitologías de muchas religiones, especialmente de la Biblia, e incluso las relaciona con películas de Disney o clásicos literarios, especialmente de los grandes escritores rusos. A pesar de no ser creyente, sin duda se ha tomado muy en serio la sabiduría que encierra las grandes tradiciones religiosas aunque, como es lógico, parece dar a entender una explicación natural de la religión; como si la religión fuera algo que naturalmente emana del hombre cuando busca la verdad honradamente.

En la mayoría de los casos arroja ideas acertadas a la hora de iluminar pasajes bíblicos, aunque tiene alguna interpretación un tanto errada, por ejemplo al simplificar la idea de Dios en el Antiguo Testamento como alguien vengativo, frente al Dios del amor del Nuevo testamento. Éste es uno de los principales tópicos que hay en torno a la Biblia, pero no es tan claro si uno lee el Antiguo Testamento y contabiliza cuántas veces es Dios misericordioso, en comparación con cuántas es rencoroso o vengativo.

Por último, el libro de Peterson relaciona ideas muy diversas de un modo creativo y sorprendente. Casi siempre las explicaciones se basan en poderosas razones que el lector no se había parado a pensar antes, aunque alguna me ha parecido poco creíble. Por ejemplo, cuando para explicar por qué en China e India la gente prefiere tener varones en vez de mujeres, acude a un complejísimo razonamiento biológico para sostener que en el fondo la razón es el deseo de tener una descendencia potencialmente más numerosa, pues el hombre puede tener hijos con muchas mujeres a la vez y la mujer solo de uno en uno.

Es difícil encontrar un autor tan completo en nuestros días, con profundos conocimientos de psicología, historia, política, religión o literatura. Entrar en diálogo con él es un gran estímulo intelectual para cualquier lector culto. Te recomiendo que lo disfrutes.


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