Tres acalorados debates en el seno del feminismo

por | 29 de junio de 2020

Ana Sánchez de la Nieta Aceprensa, 28 abril, 2020

La disputa del feminismo tradicional con el movimiento queer tiñe otras batallas antiguas que libran las diferentes corrientes del feminismo: en concreto, la prostitución, la pornografía o los vientres de alquiler.

En el caso de la prostitución, aunque la mayoría de las feministas se muestran favorables a la abolición, hay otras que optan por la legalización. El feminismo tradicional considera la prostitución una forma intolerable de violencia contra la mujer por parte del hombre, mientras que hay feministas (algunas englobadas en el llamado feminismo liberal) que prefieren hablar de trabajadoras sexuales, defienden que hay mujeres que se prostituyen de manera libre y que lo importante es regular sus derechos. El transfeminismo, en general, no defiende la abolición sino la regularización; en esta postura pesa mucho la realidad de que un porcentaje importante de mujeres transexuales se ven abocadas a la prostitución y reclaman trabajar en condiciones más dignas.

Un debate similar es el planteado en torno a la pornografía, que para el feminismo tradicional es una escuela de violencia contra las mujeres y el ejemplo máximo de cosificación y denigración de la mujer en una cultura machista. Al igual que en el caso de la prostitución, habla también claramente de abolirlo frente a las acusaciones de puritanismo de otras feministas –denominadas prosexo– que terminan llevando el debate, como en el caso de los partidarios de regular la prostitución, al campo de la libertad personal. Otras feministas prosexo, muchas de ellas partidarias de la ideología queer, afirman que, para que la pornografía pueda aliarse con el feminismo, necesita ser “reelaborada” e incluir otro tipo de tramas, relaciones y comportamientos sexuales, donde estuvieran representadas todas las minorías sexuales. De todas formas, aunque estas posturas han crecido últimamente, a raíz de la difusión de la ideología queer, el planteamiento tradicional del feminismo es claro y tajante. “Cualquiera que esté dispuesto a usar los cuerpos de las mujeres como materia prima para obtener ganancias no tiene derecho a llamarse feminista”, afirma la socióloga Gail Dines.

Vientres de alquiler

Un tercer y definitivo nudo es la cuestión de los vientres de alquiler, un tema que suscita mucho más consenso entre las feministas. La mayoría considera esta práctica como denigratoria para las mujeres, además de favorecer un sistema de explotación de las más pobres. Solo algunas feministas que se denominan liberales defienden esta práctica, una de las reclamaciones insistentes del lobby gay, que ve en estas técnicas una de las únicas opciones que tienen los gais y transexuales para formar una familia.

Las connotaciones económicas que tiene el fenómeno de los vientres de alquiler no hacen sino reforzar una postura absolutamente crítica del feminismo tradicional, que ve cómo, después de muchos siglos de lucha por la igualdad, se puede crear una industria que se apoya precisamente en la utilización del cuerpo de la mujer. Y una industria, además, que no se remonta casi al inicio de los tiempos, como la prostitución, sino que nace cuando se supone que los derechos de las mujeres se han consolidado. Se entiende el enfado de este feminismo con el movimiento LGTBI. “Algunos tratan de utilizar al colectivo para meternos cosas que son ajenas al feminismo, como los vientres de alquiler”, señala Ángeles Álvarez, portavoz de Igualdad del PSOE en el Congreso.

En definitiva, motivos de desencuentro entre el feminismo tradicional y el movimiento queer no faltan, y pese a que algunos piensen que el feminismo radical se “curará” en unos años, cuando las viejas feministas mueran, lo cierto es que son muchas las feministas jóvenes que mantienen las tesis de sus “maestras”. Como señalaba Rosa Cobo, profesora de Sociología del Género de la Universidad de La Coruña, en declaraciones al diario El Mundo: “Hay un conflicto, una fuerte tensión discursiva entre el feminismo y un sector del movimiento LGTBI que se define como feminista y no ve violencia contra la mujer en los vientres de alquiler, la pornografía o la prostitución, porque los interpretan como actos de libertad, algo nuevo y ajeno a la tradición del feminismo. Pero la mayoría tiene una posición crítica”.