Lo que está mal en este Mundo. Intelligent Design (y V)

por | 23 de abril de 2020

Publicado en Un cura físico. 23 marzo

Voy a intentar cerrar con esta entrada la serie sobre el Intelligent Design. Supongo que más adelante volveremos a encontrarnos con este movimiento, pero de momento creo que ya está bien.
En las entradas anteriores hemos visto como estos autores intentan demostrar que existen cosas en nuestro mundo que no pueden haber sido formadas por causas naturales. Hemos dejado claro –al menos eso espero– que los argumentos que utilizan para ello plantean serias dudas desde el punto de vista científico y también desde el punto de vista lógico o filosófico. No logran demostrar que sea imposible la formación de sistemas complejos y, por eso, todos sus razonamientos acaban siendo argumentos por ignorancia: como no sabemos cómo se ha formado tal o cual sistema, y concluyo que lo ha hecho un cierto Diseñador que actuaría como una especie de «tapa-agujeros»…
Pero, a parte de todas estas dudas, el mismo concepto de Diseñador Inteligente al que quieren llegar, plantea un problema bastante serio desde un punto de vista, digamos, teológico. Se trata nada menos que del mysterium iniquitatis… Es decir, el problema del mal.
Se ha escrito miles de libros dándole vueltas a cómo es posible que, si Dios es bueno, haya cosas malas en el mundo. La respuesta de los grandes sabios, es, como sabrás, que Dios permite el mal en el mundo en vistas a un bien superior. Así, el Creador deja que el león se coma a la cebra –si la atrapa, claro– porque quiere que el mundo animal siga sus propias leyes («la ley de la selva»), y no quiere ponerse a favor ni del león ni de la cebra… De la misma forma, permite el pecado humano porque quiere respetar nuestra libertad. En general, podemos decir que Dios ha creado un mundo con sus propias leyes y le deja actuar con autonomía.

Por eso, las cosas malas del mundo no son causadas por Dios sino por la actuación –imperfecta– de unas criaturas que no son perfectas. Un ejemplo: si mi madre me explica como se fríe un huevo, y yo, al intentar freírlo, acabo quemando la cocina porque soy un inútil, la culpa es mía y solo mía. Es culpa mía y no de la sartén, ni del fuego, ni del huevo, ni mucho menos de mi madre… De la misma forma, si consideramos que Dios ha creado el Cosmos con sus leyes y que –una vez creado– deja que ese Universo actúe autónomamente sin alterar esas leyes, el misterio del mal encuentra su explicación. 

En cambio, si consideramos al Diseñador Inteligente como aquél que ha producido algunas de las cosas de la naturaleza saltándose las leyes naturales, entonces, ¿cómo podemos explicar lo que podríamos llamar los errores de diseño? Quiero decir: es cierto que en el mundo hay cosas asombrosas, pero también es cierto que muy pocas son perfectas… Es más: algunas tienen fallos llamativos. El ojo de los mamíferos, por ejemplo, es una maravilla de complejidad y precisión. Pero resulta que todas las terminaciones nerviosas de las células de visón (los conos y los bastoncillos) están dirigidas hacia dentro del ojo. Por ese motivo, el nervio óptico tiene que atravesar la retina para poder llegar al cerebro, provocando el llamado punto ciego de nuestros ojos… No es que sea un drama, pero puede decirse que es un «error de diseño» perfectamente evitable: el ojo del pulpo, por ejemplo, no tiene ese defecto… En definitiva: hay varias otras cosas en la naturaleza que son estupendas, pero tienen una serie de fallos que no habría sido demasiado difíciles de evitar. Parece que un Diseñador verdaderamente inteligente, si buscaba hacer las cosas bien, no habría cometido esos errores…

Pero es que el problema es aún mas serio. Estamos hablando de que el Diseñador intervino en la naturaleza para formar, entre otras cosas, el flagelo de las bacterias… Pero ¿eso no implica que fue la causa que algunas bacterias, como el E-Coli, fueran tan dañinas para el hombre? ¿Diseñó acaso el asombroso sistema ofensivo-defensivo de la Malaria, que convierte a ese virus en una auténtica máquina de matar humanos? Y lo mismo se podría decir de otras muchas enfermedades como el Coronavirus, que está tan de moda…  

En definitiva: si es cierto que el flagelo bacteriano o el virus de la malaria no han sido formados por causas naturales sino que se deben a la acción de un cierto Diseñador, entonces nos encontramos ante un ser que no es que permita el mal…: ¡es que lo provoca! Se trataría de un ser que ha utilizado su inteligencia y su poder para causar el mal de forma consciente y deliberada. Vamos, para ponerse a temblar…

Y este, querido público, me parece que es el último y tal vez el más grave de los problemas que presentan las ideas del Intelligent Design: si existe un Diseñador como el que ellos defienden, una de dos: o no es muy inteligente o –lo que sería peor– no es bondadoso.