El humor es un signo de inteligencia y salud mental

por | 8 de abril de 2020

por Juan Manuel Jiménez Muñoz

CARTA ABIERTA A SALVADOR ILLA, NUEVO MINISTRO DE SANIDAD, FILÓSOFO DE PROFESIÓN.

Estimado jefe:

El abajo firmante, médico del Sistema Sanitario Público, te da la bienvenida al Ministerio de Sanidad y se pone a tus órdenes para lo que necesites.

Creo que ha sido un acierto tu nombramiento ministerial: nada más útil en la cúspide de la Sanidad Española que un filósofo; pues, al vernos coartados tantas veces por los puñeteros recortes, los sanitarios y los pacientes de España hemos de apoyarnos siempre en la filosofía para sobrevivir al desastre.

Los pacientes, por ejemplo, se toman las listas de espera con mucha filosofía. Los médicos nos tomamos con filosofía la falta de sustitutos. Las enfermeras se toman con filosofía sus indecentes contratos. Las auxiliares se toman con filosofía que les arrojen orina. Los administrativos se toman con filosofía que les echen la culpa de la demora del médico. Y los celadores se toman con filosofía su escaso reconocimiento profesional. Así que, otro filósofo más en la Empresa para arreglar el asunto, será siempre bienvenido.

No hagas caso, ministro, a quien sospeche que tu llegada al Gobierno tiene algo que ver con tus buenos oficios en la negociación con Esquerra Republicana de Cataluña para la investidura de Sánchez. Pecata minuta es esa. Ese gran servicio a la Patria debe ser recompensado, sin duda ninguna, con una cartera ministerial. Y no hagas caso, tampoco, a quien diga que, como ministro de Sanidad, no sabes distinguir una tos de un estornudo. En los tiempos que corren, eso es un mérito.

Y cuando te vengas abajo, cuando creas que todo se desmorona y que lo estás haciendo fatal, piensa que es imposible quedar peor que algunas lumbreras que te precedieron en el Ministerio.

Recuerdo, por ejemplo, a doña Celia Villalobos, del Partido Popular, también conocida como la “Señora de los Huesos del Puchero”, quien, además de llamar a voces a “¡Manoooolooooo!”, se enfrentó a la crisis de las vacas locas sin saber lo que era una vaca, aunque sabiendo lo que era una loca. 

No se me olvida tampoco doña Ana Mato, Popular también, que por poco nos mata con el ébola, y a quien tuvieron que sustituir a toda prisa porque no distinguía el jaguar de su marido de un jaguar de la selva americana.

Tampoco le fue a la zaga un ministro de UCD cuyo nombre –afortunadamente– no recuerdo, y que afirmó en una rueda de prensa que la intoxicación por aceite de colza la producía un bichito muy pequeño, casi invisible. “Tan pequeño, tan pequeño –dijo el catedrático– que si se cae de la mesa se mata”. Pabernos matao, sí.

Y qué decir de la inefable doña Leire Pajín, ministra socialista en su tierna pubertad, y cuyo mérito principal para tan alto destino fue haber pegado carteles en Valencia a favor de Zapatero. Ahora, por cierto, tiene Leire un cochazo, un sueldazo y un cargazo en las Naciones Unidas, en Nueva York. No sabemos qué demonios hace allí. Pero bueno, eso no importa. Tampoco sabíamos lo que hacía aquí.

Con esos antecedentes, amigo ministro, es imposible no triunfar. Y consuélate, hombre. En algo aventajas a la ministra de Sanidad saliente: te veo más guapo.

Así que nada, compañero filósofo: que Enmanuel Kant nos sea propicio y que Aristóteles nos salve.

Salud, mucha suerte, y a tu disposición.

Firmado:

Juan Manuel Jimenez Muñoz.

Médico y escritor malagueño.