El entusiasmo de izquierdas por la marihuana

por | 13 de noviembre de 2018

No deja de ser sorprendente que gentes de izquierda, que siempre ha visto en las tabacaleras el ejemplo del peor capitalismo, se hayan convertido ahora en abanderados de la legalización y comercialización del cannabis. El humo del tabaco es mortífero, pero el de la marihuana podría ser incluso terapéutico y liberador.

Superado el tiempo en que se argumentaba a partir del uso medicinal del cannabis, ahora se trata de pasar a la fase de la legalización con fines recreativos, que es donde está el verdadero negocio. Tras la legalización con fines lúdicos en Canadá, en California y otros estados norteamericanos, se perfila una industria emergente que atrae cada vez a más inversores.

Lo curioso es que este nuevo filón capitalista encuentre en la política española su mejor valedor en Podemos. Este partido acaba de presentar su iniciativa “Hacia una regulación integral del cannabis”, en la que desgrana los beneficios sociales de la legalización. Las palabras están bien escogidas. La regulación evoca un estricto control, frente al desmadre del mercado negro. Integral es un adjetivo que siempre queda bien, pues da idea de propuesta completa y articulada. Y hablar de cannabis en vez de marihuana es algo recomendado por las agencias de relaciones públicas del sector, ya que marihuana tiene todavía un tufillo de drogadicción ilegal.

Para la formación morada, la legalización solo puede traer beneficios: reactivación del mundo rural con un nuevo cultivo, aumento de los ingresos fiscales por los impuestos a la venta, fármacos para los enfermos, erradicación del mercado negro… ¿Cómo no se nos había ocurrido antes?

Como en otros países ya tienen cierta experiencia de la legalización, aunque aún corta, no está de más atender a ella, a partir de algunas noticias de estos días. Por ejemplo, en el tema de los ingresos fiscales, da la impresión de que se ha exagerado mucho. En un artículo de Thomas Fuller, corresponsal del New York Times en California, se recuerda que en la ley que hace diez meses legalizó allí la marihuana se decía que produciría mil millones de dólares de ingresos anuales al estado. Sin embargo, en el primer semestre del año, el estado recaudó solo 135 millones, sin incluir las tasas municipales. La realidad es que la venta legal de la marihuana está muy por debajo de lo que los proponentes de la legalización esperaban.

Por el momento, los productores han preferido permanecer en el mercado negro, que sigue siendo el dominante. “Es difícil –dice Fuller– persuadir a los cultivadores de marihuana que han estado en la sombra durante décadas que rellenen un voluminoso papeleo burocrático, paguen impuestos y cumplan las normas medioambientales”. Así que hasta la fecha solo un 3% de los cultivadores de marihuana ha obtenido una licencia. Por eso es un tanto ingenuo proponer, como hace Podemos, que los agricultores que un año tengan problemas con la cosecha puedan plantar cannabis, como si esto fuera la solución de los males del campo.

También revela una gran fe en el Estado y en la fuerza de la ley la propuesta de Podemos de acompañar la legalización con “una política punitiva contundente para quien incumpla la legislación”. También ahora hay una legislación contundente, lo cual no lleva a que se cumpla. El problema es que la marihuana legal, que está sujeta a muchas regulaciones, es bastante más cara que la del mercado negro. En California se ha calculado que la marihuana legal es un 70% más cara que la ilegal. El mejor modo de luchar contra el mercado negro sería reducir los impuestos del sector y aflojar las regulaciones. Pero esto reduciría esos ingresos fiscales con los que Podemos promete mejorar la sanidad pública y haría la droga más asequible para los jóvenes.

Como indica la experiencia del tabaco, cuanto más sube el precio por los impuestos, más oportunidades se abren para el mercado negro. En Canadá, que acaba de legalizar el uso recreativo de la marihuana, empiezan a comprender que el mercado legal y el clandestino van a convivir.

En Vancouver, según explica el corresponsal del New York Times, los dispensarios de marihuana ilegal eran más que los cafés de Starbucks. Ahora siguen ahí, y continúan vendiendo productos derivados del cannabis que están prohibidos por la nueva ley. En Montreal, los traficantes especializados en la entrega a domicilio compiten con el mercado legal ofreciendo dos cigarrillos por el precio de uno.

Luchar contra estas transgresiones no es una prioridad para la policía, que durante años ha hecho la vista gorda. Del Manak, jefe de la policía del estado de Victoria, afirma que la legalización de la marihuana en Colorado, Washington y Uruguay ha demostrado que “es ingenuo pensar que, por el hecho de la legalización del cannabis, los criminales se van a retirar de una industria muy lucrativa”.

Lo que va a ocurrir es que convivirán el mercado negro y un mercado legal dominado por unas pocas compañías que tratarán de ganar nuevos clientes enganchados a la marihuana. En sus propuestas de legalización, la izquierda tiende a presentar un panorama en el que el cannabis se produce en pequeños cultivos, en club de aficionados, y se vende en tiendas minoristas, perfectamente supervisadas por el gobierno, con un marketing regulado, lo que llevará a la erradicación del mercado negro. Pero frente a esta visión artesanal, lo que empieza a emerger es una nueva industria capitalista que piensa y produce a lo grande.

En Canadá, tras la legalización, ha empezado un proceso de opas y fusiones entre empresas del sector, con un crecimiento continuo. Las cuatro principales empresas tienen ya un valor en bolsa de 45.000 millones de dólares canadienses.

También las tabacaleras calientan motores explorando las posibilidades que ofrece la legalización de esta droga. A fin de cuentas, nadie tiene más experiencias que ellas, que cuentan con la maquinaria para producir cigarrillos, un sistema de distribución capilar, hábiles herramientas de marketing y están acostumbradas a operar en entornos restrictivos y con una elevada carga fiscal. Y, aunque su volumen de ventas haya caído, siguen pagando a sus accionistas unos dividendos por encima de la media de las compañías del S&P 500. ¿Cómo van a desdeñar este mercado emergente de la marihuana legal?

Así que un partido de izquierdas como Podemos puede encontrarse abriendo brecha para el capitalismo más desenfrenado