Libertad de expresión

por | 19 de junio de 2016

Carta publicada en EL Semanal XL. 12-06-2016

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Tenemos un problema en este país a la hora de entender la libertad de expresión. La libertad de expresión no es el derecho al insulto, ni el derecho a ofender gratuitamente los sentimientos ajenos. Uno puede estar en contra de la Iglesia, del nacionalismo, de los homosexuales o de los coleccionistas de sellos, pero eso no da derecho a expresar cualquier cosa, en cualquier sitio y de cualquier forma. Asaltar capillas semidesnudo en medio de ceremonias litúrgicas, silbar un himno en el momento en que se toca oficialmente, mofarse con caricaturas de la religión de los demás, o llamar maricón a alguien por su orientación sexual, no parece que sean modos de expresar racionalmente una opinión contraria. Más bien parecen mostrar el deseo de insultar a los demás. Para discrepar sobre cualquiera de estos temas hay contextos y formas más adecuados, sobre todo si pretendemos construir una sociedad abierta y tolerante. Y es que, como ya decía Aristóteles, «cualquiera puede enfadarse, eso es muy fácil. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y de la forma correcta, eso ciertamente, no resulta tan fácil». — Javier García Herrería. Madrid